ECOS DEL EVANGELIO

No perdernos de vista

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Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

16 agosto 2023

Foto por Vince Fleming / Unsplash

Los tres versículos que siguen (Q 11,33-35) son típicos de la Fuente y de la tradición evangélica en general. No son extravagantes como otros. No tratan de grandes cuestiones teológicas. No aparentan nada. Nunca se habla de ellos. Sin embargo, son densos en existencia.

Un sabio de antaño nos transmite lo que la vida le ha enseñado; y, desde la distancia, nos advierte, revelando sobre nosotros mismos, a dos mil años de distancia, lo que ninguna inteligencia artificial podrá comprender jamás.

Se habla de la luz y las tinieblas, dos realidades fundamentales, tan importantes que el Génesis las contempla desde el principio del mundo[1]. Un día, “en el principio”, Dios decidió que había llegado el momento de la Creación. Todo lo que existía entonces -¡aparte de Él, por supuesto! -era caos, tinieblas y un viento que lo revolvía todo. Así que, viendo el trabajo que había que hacer, Dios se apresuró a traer la luz. Al principio, las tinieblas retrocedieron, pero juraron vengarse cada vez que la luz fallara. Desde entonces, la batalla continúa día tras día. En lo más profundo de nuestro ser, el sabio nos enseña.

Por favor, nos dice, no se dejen abrumar por las presiones de la vida: un trabajo que exige rendimiento, niños que hay que llevar a la guardería, comidas que hay que preparar, un médico de cabecera que hay que encontrar, mensajes de móvil que hay que coger, un avión que hay que tomar, unos padres que hay que atender, una hipoteca que hay que negociar… Tómense el tiempo de mirarse a sí mismos. Mientras corres de un lado a otro, ¿en quién te estás convirtiendo?

Para ayudarnos a ver claro, el sabio nos informa del estado de su propio pensamiento:

 

Q 11,33 No se enciende una lámpara para luego esconderla.

Ponla en la farola para que ilumine toda la casa.

34 Tu ojo es la lámpara del cuerpo.

¿Tus ojos brillan? Eres luminoso.

¿Tus ojos están en mal estado? Eres tenebroso.

35 Así que si la luz que hay en ti es oscura, ¡qué tinieblas!

 

La perícopa se basa en el versículo central (v 34). El cuerpo se ve como un candelabro que sostiene la llama del ojo. A través del ojo, podemos ver el fuego interior que impulsa a la persona. Si hay fuego. La palabra es, pues, una invitación a hacer examen de conciencia, lo que no es tarea fácil y nunca se hace de una vez por todas. Hay personas que nunca han hecho el ejercicio, ya sea porque no han pensado en ello o porque deciden no hacerlo; personas a las que no les importa si son luz u oscuridad para los demás y que, por tanto, son oscuridad en sí mismas.

Por tanto, el texto da por sentado que el lector es una persona valiente dispuesta a mirarse a la cara. Al espejo. Para ver sus propios ojos. Para saber si, mirándolos, los demás se sienten iluminados o apagados, enérgicos o desanimados, tiernos o duros, inclinados a sonreír o a encogerse… ¿El ser humano que soy es luminoso u oscuro? No puedo permitirme ser el único que no sepa la respuesta.

Si eres luminoso, nos dice el sabio, no tienes derecho a guardar tu luz para ti (v 33). Formas parte necesariamente de la batalla entre la luz y las tinieblas que se libra desde el principio. ¿Escondes tu luz? Las tinieblas avanzan y te llevan con ellas. ¿Muestras tu luz? Las tinieblas retroceden. Debes recordar que tu luz no procede de ti, y que no te fue dada para iluminarte a ti mismo, sino para iluminar a los demás.

En cambio, si eres oscuro, es un desastre absoluto (v 35). Seas quien seas, no eres nadie, ni nada para nadie. Y vuelves a lo que existía antes de que Dios empezara a crear: vacío, caos, tinieblas y una tormenta sin sentido. En una palabra, el infierno.

Estos pequeños versículos aparentemente insignificantes tienen la misión de llenar nuestra vida e iluminar nuestros caminos.

No tenemos derecho, nos dicen, a dejar que las presiones de la vida nos apaguen por dentro. En cada uno de nuestros cumpleaños, deberíamos examinar nuestros ojos para ver si brillan.

No existe la oscuridad grande o pequeña. Sólo hay oscuridad, formada por la oscuridad exterior y la interior. Cada vez que hacemos algo que nos aclara la vista, las tinieblas retrocede. Algún día, sabremos lo que eso significa.

Conocer a hombres y mujeres de mirada clara es uno de los grandes regalos de la vida, una experiencia cotidiana que alimenta nuestras ganas de vivir. Y por eso hay que dar gracias.

La pequeña pantalla está llena de hombres y mujeres de mirada oscura. Debemos reconocerlos, no para juzgarlos, sino para protegernos de su influencia y evitar que nos hundamos en el caos infernal de la oscuridad y el vacío.

Si este pequeño texto de la Fuente les habla, ya está aclarando pues la oscuridad ha retrocedido.

 

Note :

 

[1] Ver Gn 1,1-3.

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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